En el Día Mundial de los Océanos alcanzamos nuestras primeras 700 millas náuticas, satisfechos del resultado de esta ardua faena. Nuestra mayor recompensa es saber que en esta travesía nos acompañan nuestros lectores quienes siempre están en la cresta de la ola.
En esta oportunidad, valiéndome de un lenguaje marinesco, intentaré recoger lo que han sido nuestras últimas 100 millas, ya que en las 600 nos quedamos en las islas de Asia con un especial de especias y de allí la nao capitana partió nuevamente a América, continente donde un día de 2019 sonó el cañón y cuatro marineros levaron áncoras. En la arribada a un puerto reclutaron dos nuevos tripulantes y todo ha sido un carrusel de nuevas experiencias y aprendizajes que nos ha llevado a cumplir dos años de amor y amistad, en los cuales ha estado presente una dimensión espiritual expresada en el ramadán y los rituales que involucran términos como semanilla, nazareo, crucifixor y pascuilla.
En ese tornaviaje (viaje de regreso) desde las islas de la especiería pudimos ver el vuelo de aves diminutas y contemplar un arcoíris con variedades de verde, azul y violeta. Asimismo, aprovisionamos nuestra gambuza (despensa) con pistacho y mazorca con su respectivo zuro para después de cocido poder metatear, nixquear y textal. También tenemos cuáquer, zucaritas y maseca y, aunque es bueno, el cilantro, pero no tanto porque se marchita con facilidad.
En cada hornada salieron panes amasados con el rodillo y el producto obtenido de trigos y trigales que son una muestra de la cartografía panaria. Cuando nos afrancesamos pudimos aprender más sobre pan, paniegos y paneteros y al degustar un plato de pancit exclamamos: ¡Qué filipinidad!
Así como escribimos también nos toca limpiar con la fregona y en esos días, cuando el sol abrasa como las palabras en fuego, solo deseamos pedir: ¡otro trago, cantinero!. Por ello, una bebiata en la cocina es la ocasión perfecta para compartir palabras que embriagan. En esta tripulación nadie se queda con palabras en corto, aunque tengamos que usar la exótica uve doble. En un orden más modesto, seguimos la huella de los escritores y creamos nuestra historia diminuta.
La experiencia ha sido lúdica: jugamos Scrabble con los campeones mundiales, pero deportivamente hablando supimos qué significa en el fútbol campeonar, golero, magiar. Al término de este viaje es un deseo poder llegar a tierra y decirle a alguien que no sea un robiñano: llévame al juego de pelota.
Las dignidades no han faltado como en dey, bey, dom y tao. Conocimos a un hospodar y gentilicios como suazi, chaqueño, vacceos y cenhegíes.
No todo ha girado entre heliotropos y girasoles porque nunca falta un gazmoño o un cantamañanas, pero el apoyo de nuestros lectores todo lo adulzora, así que nos enfilamos hacia los 800 artículos confiados en seducir, aún más, a nuestros inseparables compañeros de viaje.
Si usamos vocabulario arquitectónico, ustedes han sido la columna para sostenernos. Todavía nos queda mucho por construir, usamos patuco y apenas damos los pinitos iniciales. Por eso, les regalamos un abrazo lleno de venezolanismos e impregnado con la majestuosidad del Salto Ángel. Gracias por ser amistades inmarcesibles.
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