De adivinaciones

A propósito de la reciente conmemoración del día de los fieles difuntos, me revoloteó por la mente el término nigromancia (también, nigromancía), la práctica supersticiosa que pretende adivinar el futuro invocando a los muertos. También se le puede llamar necromancia  (o necromancía) y no pasaría nada: resulta que etimológicamente necromancia viene del griego nekros, cadáver, como en necropsia; y manteía, el sufijo que significa adivinación. Por etimología popular y uso continuado se confundió la raíz griega de la palabra con el latín nigrun (negro) y de esa alteración se quedó más ampliamente conocida como nigromancia.

Otra palabra atrayente que puede asociarse no con la muerte propiamente sino con lo demoníaco o demoniaco, es la demonomancia o demonomancía, que es el arte supersticioso de adivinar el futuro mediante la inspiración de los demonios.

Ahora bien, estos términos son apenas un grano de arena en el inmenso mar de las adivinaciones. Existe una variada y rarísima gama de modos de establecer intenciones de conocer el futuro. Imaginen que entre esos otros modos de predicciones está el ver el futuro a través del canto del gallo o por la piedra de su hígado: alectomancia, o bien alectomancía. Otra es la espatulomancia o espatulomancía, que es el arte con que se intentaba adivinar por los huesos de los animales, y principalmente por la espaldilla.

Y siguiendo con los animales, si divisamos algún pájaro en pleno vuelo e interpretamos ese vuelo supersticiosamente para augurar lo que pasará, esa acción recibiría el nombre de heteromancia o heteromancía, y si aguzamos el oído e interpretamos su canto, sería entonces ornitomancia u ornitomancía.

Ahora, si creen que estos medios son extraños, existe también la onicomancia u onicomancía: adivinación practicada particularmente con los niños por medio del examen de los trazos o formas que les quedan señalados en las uñas, untadas previamente con aceite y hollín. También tenemos la capnomancia o capnomancía, que auguraba el porvenir por medio del humo, y si de fuego se tratase y no humo, estaríamos hablando de la piromancia o piromancía, que es la misma adivinación pero por el color, chasquido y disposición de las llamas.

Y como si lo anterior fuese poco, tenemos la bibliomancia o bibliomancía, arte adivinatorio que consiste en abrir un libro por una página al azar e interpretar lo que allí se dice, o la lecanomancia o lecanomancía, que es adivinar por el sonido que hacen las piedras preciosas u otros objetos al caer en una especie de vasija llamada jofaina, y si tenemos a la mano un espejo también podemos predecir el futuro: le llamamos a ese arte catoptromancia o catoptromancía.

También gracias a las tempestades se puede adivinar, o al menos eso dice en su definición la ceraunomancia o ceraunomancía; y si no llueve sino que simplemente sopla un viento,  gracias a sus señales o impresiones se puede predecir según la aeromancia o aeromancía. Si es a través de la simple observación del agua, sería entonces hidromancia o hidromancía. Siguiendo el ámbito de lo que respecta a la naturaleza, tenemos la geomancia o geomancía, especie de magia y adivinación que se pretende hacer valiéndose de los cuerpos terrestres o con líneas, círculos o puntos hechos en la tierra.

Asimismo, existe la ceromancia o ceromancía, arte de adivinación que consiste en ir echando gotas de cera derretida en una vasija llena de agua para hacer cómputos o deducciones según las figuras que se forman; pero si lo que se pretende en cambio es adivinar por el nombre de una persona la dicha o desgracia que le ha de suceder, estaríamos ejerciendo la onomancia u onomancía.

Como hemos visto, existen disímiles modos a través de los cuales se puede interpretar el futuro: si llueve normalmente o si hay tormentas; si un ave alza el vuelo o canta o si particularmente lo hace un gallo; si hay una llamarada y si luego esta produce humo; si se atraviesa algún espejo; si invocamos a alguien que ha partido del mundo terrenal o tentamos al mismísimo Lucifer; si analizamos el nombre de alguien o si colocamos cera derretida o piedras preciosas en un recipiente; si analizamos lo huesos de animales o si simplemente abrimos un libro… o si queremos a un especialista más común en este campo, siempre podremos recurrir a alguien que nos interprete los naipes (cartomancia o cartomancía), nos analice los sueños (oniromancia u oniromancía), nos lea las manos (quiromancia o quiromancía) o a alguien menos escrupuloso que ejerza la  adivinación por el examen de nuestra orina (uromancia o uromancía).

Palabras en Juego les invita a releer…

Doble acentuación

Atmosfera y atmósfera

Autor: Itser González

Orgullosamente venezolano. Ingeniero de profesión, sociólogo de corazón y juglar en construcción. Apasionado de la conducta humana y ciego amante de las palabras.