Brotón, presilla, brochón

Necesito comprar una docena de botones. Acudo con prisa a la botonería. Me detengo frente al mostrador y repaso los diversos nombres de estas piezas: brochón, broca, brotón, casi todos en desuso. No se me ocurriría usar ninguno de estos términos, así evito la mirada de extrañeza que me dirigirá el botonero.  

Los arcaísmos para denominar al botón reposan en el diccionario hasta que un día simplemente ya no estén, pero la práctica de ponerle estas piezas a la ropa no creo que desaparezca. Su presencia, además de utilitaria, permite elegantizar o elegantear las prendas. 

Pienso también en el oficio que desempeñaba la ojaladera. Gracias a la Revolución Industrial esta tarea puede hacerse con una máquina ojaladora que rápidamente abre las pequeñas aberturas donde se insertará toda la botonadura que requiere una prenda de vestir para abrocharse.  Además de los ojales, existe la presilla, que es un cordón o tira pequeña de tela donde se engancha el botón. 

Aprovecho la visita a la mercería para comprar unos gafetes. Estos broches metálicos los utilizará la modista para diseñar un corsé para una clienta exigente que se va a encorsetar o encorselar para ir a una fiesta. 

Después de pagar, regreso feliz de cumplir con mi cometido. Cada día aprendo un poco más de este oficio, tal vez algún día pase de ser una modistilla (aprendiz) a ser una modista de alta costura. 

Palabras en Juego les invita a releer…

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Autor: Susana Harringhton

Venezolana, profesora universitaria, amante de la literatura, orgullosa de sus raíces. Agradecida por los amigos que la vida y las letras le han regalado.