Ni esperó

Hoy en la tarde pasó por mi cocina mi sobrino de ocho años, Mathías. Vino a pedirme un vaso con agua. Él andaba jugando con una prima de su misma edad. Cuando volteé a darle el agua ya se había ido a jugar nuevamente; entonces lo llamé y no me atendió y pensé para mis adentros “se fue y ni esperó que le diera el agua”.

Al frente de esa misma cocina, al fondo en el patio vecino, se deja ver un frondoso árbol, un árbol de níspero (árbol de la familia de las rosáceas, con tronco tortuoso, delgado y de ramas abiertas y algo espinosas), con una gran carga de nísperos (fruto de este árbol; es aovado, amarillento, rojizo o marrón, duro y áspero cuando se desprende del árbol; blando, pulposo, dulce, comestible cuando está pasado y de un agradable sabor).

El asunto es que cuando pensé en que mi sobrino “ni esperó” que le diese el agua, inmediatamente recordé y relacioné, viendo el árbol que se caía de tan profusa y hermosa carga, haber leído en algún sitio que otro modo de llamar al níspero era justamente niéspero, agradable coincidencia. Qué riqueza la de nuestro idioma español. Cada vez me enamoro más de él.

Para cultivar ese enamoramiento, me fui al diccionario y descubrí que también puede usarse el femenino para describirlo, niéspera, es conocido de igual modo como néspera y también como míspero, y que al árbol puede llamársele nispolero.

Este fruto tiene presencia en muchas partes del mundo. En su momento pensé que era solo tropical y propio de América, pero también hay nísperos japoneses y europeos.

Por otra parte, hay frutos extendidos en Latinoamérica que tienen características muy similares al níspero, ¿los conoces? ¿nos comentas cuáles son?