Por los vientos que soplan

Desde la niñez siempre me han atraído los juegos que involucran el uso de las letras y las palabras y mi primer acercamiento a este tipo de pasatiempos fue con los crucigramas que se publicaban en la prensa nacional; especialmente recuerdo la mañana del domingo cuando iba al quiosco a comprar el periódico para luego sentarme a resolver esos crucigramas.

Este era mi pasatiempo, pero recuerdo que siempre se me complicaba la situación cuando surgían preguntas sobre los nombres de los vientos, pues en aquel entonces no sabía que existía la anemografía, que es la parte de la meteorología que estudia la descripción de los vientos. Lo máximo que podía conocer era sobre la existencia de la veleta (que también llaman gobierna), que si queremos ser más técnicos podemos llamar anemoscopio, el instrumento que indica la dirección del viento.

Ante esta situación, y para no quedarme atascado con preguntas eólicas, tuve que encomendarme a Eolo, el dios de los vientos, para no terminar verberado por un huracán de preguntas.

En la mitología griega había cuatro dioses-vientos: Bóreas, Céfiro, Euro y Noto, que se correspondían con los puntos cardinales; es así que bóreas es el viento del norte, que traía el frío aire invernal; noto es el austro o viento del sur, céfiro es un viento suave y apacible del oeste o poniente, y euro sopla del este. Según la división de los antiguos, tenemos al tracias, que es un viento que corre entre el euro y el bóreas.

Lo más básico es que los vientos reciben el nombre de su procedencia, son cardinales, y esto no requiere mucha explicación: Norte, nordeste, nornordeste, nornoroeste (o nornorueste) y noroeste; Sur, sudeste, sudoeste, sudsudeste y sudsudoeste; Este, estenordeste o lesnordeste, estesudeste o lesueste; Oeste, oestenoroeste y oestesudoeste. Sencillo, ¿verdad? Dato curioso: solo existen los verbos nortear y noroestear, el resto no ha sido verbalizado.

Siendo vientos cardinales, empecemos con el norte, donde podemos encontrar la tramontana, el aquilón y el septentrión, que este último se puede inferir de dónde procede, ya que su nombre es sinónimo de norte. Un viento septentrional es el cierzo, y cuando sopla este viento con fuerza, se usa el verbo cercear. El zarzaganillo es un viento cierzo que causa tempestades. Y si de vientos fuertes del norte se trata, no podemos dejar de mencionar al descuernacabras y al matacabras.

Del sur proviene el ostro, el austro y el vendaval, este último es un viento fuerte que sopla del sur, que en Chile podrían llamar surazo. Un viento del este es levante, así como el subsolano y el solano (el que sopla de donde nace el sol). El viento del oeste es poniente, pero cuando este último es duradero, se trata de una ponientada.

Mistral es un viento que está entre poniente y tramontana (noroeste). Entre levante y tramontana está el gregal (noreste). El lebeche es un viento sudoeste en el litoral del Mediterráneo y el siroco es un viento sudeste.

Los vientos nos han traído hoy estos términos pero aún hay otros también muy interesantes, así que por hoy cerraremos la ventana y regresaremos en una próxima entrega para repasar los vientos por sus características y no por su procedencia.

Palabras en Juego les invita a releer…

Una lluvia de palabras

Huracán

Tras la tempestad

Tromba en Paraguay

Al mal tiempo

Autor: Mikel Anzola

Pesquisidor de datos curiosos, polígloto apasionado de los idiomas, en especial del español, y en los tiempos libres productor de radio y televisión.