Voy al restaurante o restorán de la esquina y el mesonero me dice que la sopa de entrada es de alverjas o arvejas. En ese momento lo dudo y prefiero una crema de sapallo o zapallo y, ante mi asombro, me ofrece acompañarla con mahonesa o mayonesa de soja o soya.
Esa sambumbia o zambumbia no es de mi agrado así que pido una tortilla mexicana y en un tono displicente el empleado me responde que no han podido nisquear o nixquear (cocer con cenizas) el maíz. ¡Qué contrariedad! Decido que no me voy a infuscar u ofuscar, a fin de cuentas, por mi baja estatura puedo ser clasificado como un petizo o petiso y me puede noquear con facilidad. Entonces solo exclamo ¡umjú! o ¡unjú! y le pido pan de zoma o soma aunque sea hecho de harina gruesa. Para acompañar la comida solo tienen tecuín, tecuino o tejuino, una bebida mexicana que se prepara mediante la fermentación del maíz y se endulza con panela.
Esta vida de nómade o nómada no me permite tener estabilidad y debo comer en la calle. A veces en la cena solo consumo un yagurt o yogur, cuando lo que en verdad quisiera es un plato de raviole o ravioli. Ahora no puedo hacer nada, pero algún día dejaré esta viajadera y podré irme a vivir a Honduras, donde quizás trabaje manejando el trapiche manual para exprimir la caña llamado en ese país zangarro o sangarro, o tal vez me vaya a España a cultivar plantas de sulla o zulla para venderlas como forraje.
Por el momento ya me puse mi piyama o pijama así que ¡chau! o ¡chao! En otra tardecica o tardecita les contaré nuevas aventuras.
Palabras en Juego les recomienda releer…
Excelente como siempre Susana Harrintong. Y entre dimes y diretes , sonrisas vienen y van