En un compartir reciente, un amigo se refería a otro como sibarita. El segundo le dijo al primero que no sabía lo que significaba esa palabra a lo que este le respondió: “bueno, que para algunas cosas eres demasiado tiquismiquis”. A continuación el aludido le preguntó un tanto perplejo: “¿tú crees que si yo no conozco sibarita voy a saber lo que es tiquismiquis?”, lo que despertó carcajadas entre los que estábamos presentes.
Ya luego tocó explicarle al antedicho amigo que el término sibarita se refería a todo lo refinado y exquisito y tiquismiquis (o tiquis miquis) a una persona con muchos escrúpulos o reparos vanos o de poquísima importancia.
Si nos vamos al origen de la palabra sibarita, viene del latín sybarīta y este del griego Síbaris, ciudad del sur de Italia, en el golfo de Tarento, fundada por los colonos griegos en el siglo VII a.C., célebre por la riqueza y el refinamiento de sus habitantes.
La revista “Muy Interesante” relata que los sibaritas se dedicaban inicialmente al pastoreo, prosperando luego de que comenzaron a sacarle provecho a su puerto, enriqueciéndose y pasando a darse a la buena vida.
La transformación de una vida modesta a una rodeada de riquezas, les significó también abundancia de excentricidades, entre las cuales se contaba la prohibición de tenencia de gallos en el pueblo porque les aturdían sus cantos, o establecer que las labores ruidosas como la herrería o la carpintería se hiciesen a puertas cerradas para evitar sonidos molestos. En lo referido a las arduas jornadas agrícolas, las suplantaron con la importación de la mayor parte de sus alimentos.
Se les atribuye la invención de los orinales y de los baños turcos e igualmente la iniciativa de otorgar premios a los mejores cocineros, así como la promulgación de una ley en la que chefs y cocineros podían proteger sus recetas originales durante un año, dando así los derechos de autor, sus primeros pinitos o bien, pininos.
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