Las fechas decembrinas son un tiempo propicio para trasladarnos a otros espacios geográficos por distintas razones: familiares, laborales o de placer. Hoy compartimos algunas palabras como viajata, en su primera acepción en el Diccionario de la Lengua Española significa viaje y en la segunda identifica a un viaje largo y tedioso.
Y aunque lo más frecuente es oír viajero, también pueden usarse viajador y viajante, que a su vez puede convertirse en un errabundo, nómada o errante, es decir, una persona que lleva una vida erradiza, sin asiento fijo, bien por decisión personal o por razones de trabajo: en resumen, que está en una viajadera constante.
En este sentido, es común ver en la tele programas dedicados a personas que se dedican a mochilear, un chilenismo para designar lo que hace un mochilero o mochillero (en desuso), quien emprende su recorrido con el equipaje que cabe en su mochila (bolso pequeño que se lleva en la espalda). A veces, estos viajeros dependen del azar y la buena voluntad de otros para arribar a su destino.
Para el traslado entre países se requiere un documento de identidad muy importante: el pasaporte. Su proceso de expedición se denomina pasaportar y otros significados menos gratos de este verbo abarcan despedir a alguien o asesinarlo.
Un aspecto a considerar antes de salir de viaje son las condiciones físicas del viajero. Por ejemplo, las mujeres embarazadas deben atender a las recomendaciones médicas y considerar que es posible que el parto ocurra en una aeronave; de ser así el niño será un aeronato. En cambio, si sucede en un barco, el bebé es considerado un naonato.
Finalmente, tener contacto con otras personas y culturas, viajar y convertirse en un trotamundos aporta a la configuración de la mundología que, en términos coloquiales, abarca la experiencia de vida y las destrezas que una persona adquiere para desenvolverse en el ámbito de las relaciones sociales.
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