Daniel Tunnard, jugador inglés con residencia en Argentina, obtuvo una mención honorífica en el concurso Lexicuentos gracias a este relato que hoy les presentamos en Palabras en Juego.
Tunnard es autor de los libros de anécdotas “Colectivaizeishon: El inglés que tomó todos los colectivos de Buenos Aires» y “Trenspotting en los ferrocarriles argentinos” y de la novela “ESCAPEs” (que gira en torno al mundo del Scrabble).
Conocí a Claudia en un bar. Durante un tiempo la cosa anduvo bien. Ella era graciosa, sexi, inteligente, todo lo que buscaba en una mujer. Pero por momentos tendía a desaparecer, por un día entero, a veces todo un fin de semana, y no me quería decir adónde iba. Me dijo una vez que había estado en Bahía Blanca para el fin de semana largo, pero no explicaba para qué. ¿Quién iría de gusto a Bahía Blanca un fin de semana entero? Toda la relación con ella era hermosa, salvo estos huecos inexplicables. Me volvía paranoico. La empecé a seguir. Un día la seguí hasta un café. Miré horrorizado desde la ventana mientras ella se sentaba con tres hombres de mediana edad, sacaron dos tableros de Scrabble, y empezaron a jugar. Estuvieron horas así. Me quedé en la puerta, esperando encararle cuando saliera. Pero estuvieron horas y horas. Al final me cansé de esperar y me fui a mi casa, solito.
Al día siguiente, le encaré. Me confesó todo. Admitió que era adicta al Scrabble. Me dijo que no le daba vergüenza para nada. Yo antes había pensado que el Scrabble era un juego para ñoños y perdedores, para jubilados y solitarios, pero la forma en que ella me lo contaba, lo hacía parecer un pasatiempo sexi. Me enseñó a jugar. Dentro de poco yo también estaba enganchado. Pero no le podía ganar. Pensé que le agradaría que siempre me venciera. Pero un día me confesó que su novio anterior había sido campeón mundial (aparentemente estos locos hacen campeonatos mundiales). Me dijo que nunca le había podido ganar, pero que eso le encantaba a ella. ¡Le excitaba! Era masoquista (muchos conocerán el tipo). Me explicó que cortó con el campeón porque era una gran decepción en la cama (era venezolano), pero que ella igual necesitaba estar con alguien que le podía dominar en el tablero de quince cuadrados por quince. (Se refería al Scrabble, me di cuenta).
Entonces empecé a estudiar. Tomé clases con un tipo de pelo largo que decía que era bicampeón argentino. Pasaba todo mi tiempo en ReDeLetras, en Scrabble Go, en Anagramador. Aun así no podía ganarle a Claudia. Durante un mes jugamos cinco partidos por día, 153 partidos de Scrabble, 153 victorias para ella.
Finalmente, me llamó, dijo que iba a pasar por casa esa tarde, que necesitaba hablar conmigo. Sabía que se venía el fin, que la iba a perder. Le pedí que jugáramos un partido más. Si lo podía ganar, seguramente se quedaría conmigo. Empecé bien: LACIVOS por 82 puntos. Me la consultó, le expliqué que era una forma en desuso de “lascivo.” Me miró de una manera bastante prometedora. “Estuviste aprendiendo incluso las palabras en desuso?” Se mordió el labio inferior. Cambió de fichas y puse MORROÑOSO en 14B, la Ñ en la triple letra, 130 puntos. Iba ganando 212-0. Ella traspiraba. Me miró de una manera que nunca me había mirado antes. Sabía que había tenido un atril con 4 oes y la RR y aun así había metido un Scrabble. Esta chica era mía.
Pero no se iba a dejar vencer tan fácilmente. Me metió CALZASE en 15I, usando la O que yo había dejado, abriendo el triple. Cambié 5 letras y me metió CHU?OQUEE en la línea del triple en O8. “¿Sabés qué es el comodín?”, me preguntó de forma coqueta. Sí sabía. Había jugado dos CH en una jugada. Dios mío, qué buena que era. ¡Nadie se molesta en aprender las palabras con dos CH! Sumó 110 puntos y mi ventaja casi se había desaparecido, 212-188. Pero como muchas veces pasa, un comodín le siguió a otro, esta vez en mi atril, y puse INDEXAD en I5, más AX, CA e ID… ¡101 puntos! Seguramente ahora me iba a querer. Pero tardó solo cinco segundos en señalarme que podría haber metido ANEXIDAD en el por cuatro por 114 puntos. ¡No había manera de complacer a esta chica! Como si fuera un comentario sobre mi manera de jugar, fue y colocó MEJORABLE en el triple donde yo había dejado LE. 313-301, yo seguía ganando, pero sabía que no podía sostener este nivel de exigencia. Tenía un atril con pocas vocales, AGNORST, pero de alguna parte escondida de mi ser, logré encontrar ÁNGSTROM, colocándola en el triple. “Mirá,” le dije, “una palabra de 8 letras terminando en M.” Hizo un gesto de indiferencia y dijo “Todos aprendemos ÁNGSTROM,” mientras ponía FASTIDIAS en el por cuatro que yo había dejado abierto, como diciéndome qué pensaba realmente de mí. Ya eran 399 contra 403 y me había pasado, a pesar de mis cuatro Scrabbles hermosos.
Me estaba desesperando. Para colmo, tenía tres íes en mi atril, y el único lugar para mi Scrabble abría un por nueve. Lo puse igual, no me quedaba otra: INSIRIÓ en J1. Me sonrió, y pensé que finalmente había ganado su corazón. Pero no. “Nunca jamás tenés que abrir el por nueve jugando contra una jugadora como yo.” La verdad, su soberbia me estaba empezando a molestar. Me puso GRILLAREN en el por nueve. Qué culo tenía. La odiaba un poquito. Sumó 203 puntos, e íbamos 468-606. Mi atril: HHLPUUY. Mi suerte se había acabado. La de ella, jamás. Aprovechó el otro por cuatro y metió CUMPLIRÁN por 106 puntos. Sentía una mezcla de tristeza, frustración y odio, los sentimientos más comunes en el Scrabble. Traté de mirar por cuánto perdía, pero veía todo borroso por las lágrimas en mis ojos.
Lexicuentos es una iniciativa de Palabras en Juego para fomentar la escritura de historias en torno al juego de las palabras cruzadas.
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