Son homófonas

Mientras algunos trabajan en grandes empresas llenas de computadoras conectadas a la red, el trabajador del campo permanece en su casería, en esta casa de labranza están los instrumentos que necesita para su labor diaria, allí se guardan también las armas para cuando llega la temporada de cacería que trae consigo muchos invitados a la casa principal, lo que implicaría arreglar el alizar de las paredes: un friso de azulejos con muchos años de deterioro. Para ello se requiere hacer un desmontaje y alisar nuevamente todo, pero, año tras año, el labrador no ve que esto ocurra, porque toda la familia del dueño de la hacienda es avara, mas no havara, es decir, no tienen nada que ver con los descendientes de una de las tribus berberiscas más antiguas del África septentrional. 

Pero los invitados del patrón siempre vienen porque, además de la cazata (cacería), les gusta asistir a los espectáculos del cabaré pueblerino e ir de gira por las haciendas cercanas. En esos parajes disfrutan de la jira, una comida campestre entre amigos donde expresan su regocijo y hacen mucha bulla.

Para el labrador esta vida no es fácil porque su patrón es muy exigente y no quiere adaptarse a la modernidad. Insiste en que sus empleados usen el rozón para limpiar los sembradíos llenos de hierbas espinosas y el uso de esa especie de guadaña rústica demora el trabajo. Él quisiera declararse en huelga y decir “¡No cavaré!” cada vez que le toca abrir zanjas en el terreno con instrumentos arcaicos. Y aunque él insista todos los días, cual si fuese un rosón (garrapata), su amo no cambia de ideas.  

El único placer que tiene este trabajador es que a veces puede escaparse de la rutina, sentarse a la orilla de la laguna para ver el sapito (salto) que dan las piedras lanzadas al agua mientras se deleita con unas avellanas, esos frutos secos que antiguamente se medían en un vaso de madera llamado zapito o colodra. Mientras el mundo gira y la tecnología avanza a él solo le queda sacar una jira (pedazo de tela) cada vez que necesita atender la herida de un compañero lesionado por las condiciones de las herramientas de trabajo.

Autor: Susana Harringhton

Venezolana, profesora universitaria, amante de la literatura, orgullosa de sus raíces. Agradecida por los amigos que la vida y las letras le han regalado.