¿Quién quiere tener falsos amigos? La respuesta es obvia, nadie. Solo traen enredos, malos entendidos y problemas en la comunicación, por esta razón debemos cuidarnos de ellos y estar muy atentos porque suelen camuflarse muy bien, y a simple vista parecen ser transparentes.
No se confunda, no hablo de personas. Los falsos amigos vienen de otras latitudes, de otros idiomas, y me refiero a las palabras que a pesar de que se escriben igual a algunas que forman parte de nuestro idioma español, su significado dista mucho de lo que podríamos pensar a primera vista.
Por ejemplo, si un italiano dice que quiere “salire”, no es que pretenda abandonar un recinto o pasar de dentro hacia afuera, pues “salire” en italiano es subir, moverse hacia arriba. Lo mismo sucede con “subire”, que no corresponde al verbo antes mencionado, sino sufrir.
Un italiano que guarda (del verbo “guardare”) está mirando algo, y no tiene que ver con guardar en español, que es conservar o retener algo. Y si ese mismo italiano le dice que alguien es “brutto”, no crea usted que está poniendo en duda la capacidad de esa persona, solo le está diciendo que es feo. Aunque el calificativo no mejora, yo añadiría que se puede ser “brutto” y bruto. A la hora de comer, si le pide algo de “burro” para el desayuno, no piense que este italiano quiere comerse un asno, ya que el “burro” es la mantequilla.
Si de temas de conversación se trata, uno recurrente en la bota del Mediterráneo es el “calcio”, pero no es que les apasione la química y por ello siempre hagan referencia al elemento químico de número atómico 20. El “calcio” es el futbol.
Un alemán que va a la “arena” no va precisamente a la playa, sino a un campo de futbol, y esa es la explicación de por qué siempre vemos esa “arena” presente en los nombres de los más importantes recintos donde se juega el deporte más popular del mundo o se realizan conciertos musicales.
En Alemania es poco probable que veamos la palabra “gymnasium” en los establecimientos donde se practica la gimnasia o alguna otra disciplina deportiva: la veremos en los lugares destinados a la enseñanza pública. Esta última definición también aplica para el gimnasio en español, pero hoy en día se encuentra en desuso y es poco probable que a una institución educativa se le llame gimnasio.
Tenga mucha atención con los términos deportivos, porque “der ballon” no es el balón que rueda en el campo, sino un globo de esos que tanto atraen a los niños.
El idioma portugués y el español tienen muchas palabras en común. De hecho, el grado de inteligibilidad mutua entre portugués y español es el más alto entre las lenguas románicas (89%), según la decimoquinta edición de Ethnologue (2005). Sin embargo, también hay falsos amigos merodeando entre ambas lenguas. Por ejemplo, un “doce” no es el número sino un dulce que puede ser de extraordinaria calidad o gusto, pero no se le ocurra decir que ese dulce es “exquisito”, porque lo estaría calificando de extraño o raro. Muy exquisito, ¿verdad?
Un “escritorio” en portugués no es la mesa de un despacho, sino el despacho como tal, al que no debemos llamar “oficina”, porque una oficina es un taller, el establecimiento donde se reparan y mantienen vehículos. Si ese taller está “fechado” no tiene nada que ver con que se le haya puesto una fecha para algo, porque “fechar” es cerrar, de modo que algo que está “fechado”, está cerrado. Si seguimos hablando del “escritorio” o la “oficina”, podemos calificarlo de muy “legal”, aunque no tengan que ver con las leyes, sino con su calidad, ya que se utiliza “legal” para calificar algo como bueno, “muito legal”.
Continuaremos esta lista de falsos amigos muy pronto con los que provienen del inglés.
Comentarios recientes