En esta semana compartimos en Memorables cloquera, una palabra vinculada con las gallinas, y hoy hablaremos un poco más de estas aves que fueron domesticadas siglos atrás y en la actualidad tienen gran importancia en nuestra alimentación. Su carne es un ingrediente de la tradicional ensalada de la cena de Navidad venezolana.
Un rasgo distintivo de las gallinas es que cada vez que ponen un huevo en su nidal no paran de clocar o cloquear. Posteriormente, estarán concentradas en la labor de empollar sus huevos y de esta pollazón saldrán nuevas crías que después de unos días piarán o chiarán al unísono, reclamando alimento (otros sinónimos para el sonido de los pollos son pipiar, piolar y piular). Todo el conjunto de pollos que resulta de la empolladura se denomina pollada.
Durante este proceso que tarda 21 días, de forma natural, se considera que la gallina está en un estado de llocura porque está clueca, llueca o culeca, es decir, está incubando sus crías (la expresión alborotar el gallinero señala a un grupo de personas alteradas). No todas llegan a poner huevos: la gallina pularda se cría para consumo cuando alcanza un determinado peso.
El estiércol que producen estas aves se denomina gallinaza y es de mucha utilidad para compostar (producir abono orgánico). Asimismo, su cuerpo puede ser invadido por piojillo, que en otros países de América recibe el nombre de totolate o chuchuy.
Existen distintas variedades, como la gallina grifa, que tiene las plumas encrespadas; la cologüina es propia de Guatemala, también resalta la gallipava que se distingue por su gran tamaño y abunda en territorio andaluz y murciano. Por su parte, la congolona es silvestre y se encuentra en Costa Rica y Honduras.
Cortaré este texto de un plumazo, pero les prometo que en una próxima entrega veremos nuevos polluelos salir de su cascarón.
Palabras en Juego les recomienda releer…
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