
Cuando estaba en la primaria solía ir solo a la escuela. Me podía permitir el lujo de la independencia porque vivía en un pequeño, sano y hermoso pueblo de algo más de 400 años de edad. Parte de la cotidianidad (o cotidianeidad) era el pasar por la casa contigua a la mía jugando con la perra de mi vecina, que a su vez era mi madrina. Parte del juego consistía simplemente en colocar mi cara entre las rejas de aquella casa para que Laica -así se llamaba la perrita- la lamiese. Luego de estar unos minutos jugando, seguía mi camino todo baboseado y lleno de pelos. Así llegaba a la escuela, algo sucio y con bacterias por millones, pero feliz.
Cierto día, al parecer Laica tenía a flor de piel su ancestro más primitivo y no me reconoció, o simplemente estaba de malas pulgas -nunca mejor aplicada la expresión-, y en vez de juguetear y relamerme apaciblemente, inmediatamente al colocar mi rostro por entre el enrejado me mordió el labio superior, dejándome no solo desilusionado, consternado y lleno de sangre, sino también con una cicatriz que me ha acompañado casi toda mi vida.
Les refiero esta experiencia porque me han preguntado por la cicatriz y yo, contando sobre su razón de ser, menciono del modo más natural “me mordió la perra de mi madrina”. Ante la extrañeza y risas por la ambigüedad de la expresión, aclaro de seguidas que quien me mordió era Laica, la perra de mi madrina, y no mi madrina. También llegado este punto, sé que no es necesario aclararles a ustedes que en el primer párrafo de esta anécdota me refería a que mi vecina era mi madrina, no la perra, lógicamente.
Pensando en la expresión a la que Laica, la perra de mi madrina, ha dado vida, es preciso comentarles que ese fenómeno recibe el nombre de anfibología y es un vicio del lenguaje que consiste básicamente en otorgarle más de una interpretación a lo que se dice, dando pie justamente a las ambigüedades. En retórica, es el empleo voluntario de voces o cláusulas de doble sentido.
Si prestamos atención, diariamente podremos encontrar anfibologías por todas partes, como por ejemplo:
– Mi hermano fue a la casa de su novia en su auto (¿en el auto de quién?).
– Alejandra me gusta y Luisa me encanta. Le pediré que sea mi novia (¿a quién?).
– Fuimos al bar y luego al cine; te dejamos el recado para que nos alcanzaras allá (¿en el bar o en el cine?)
– Se venden calcetines para caballeros de lana (oración incorrecta). Calcetines de lana para caballeros (es lo correcto).
Ya conociendo el término que te traemos hoy, te pregunto: ¿alguna vez te ha mordido o asustado el perro de tu vecino?
Me encantó, no conocía del término mas si su signoficado. Y ese juego de palabras donde la interpretacion queda libre albedrío, mucho más.
Felicitaciones consentido, siempre alimentándonos de conocimiento