Hoy, en labores del hogar, me topé con un espectacular insecto, un avispón -especie de avispa, mucho mayor que la común, que se distingue por una mancha encarnada en la parte anterior de su cuerpo-, lamentablemente sin vida. Me sorprendió el tamaño y cuando lo tomé de donde estaba y lo acerqué a mí no pude dejar de sorprenderme más aún con sus colores: el insecto parecía de juguete, no podía dar crédito a la perfección de diseño ni a la calidez de su combinación. Quedé perplejo y patidifuso.
Cuando salí de aquel estado y luego de las obligatorias fotos, caí en cuenta de la similitud de la palabra avispón con abipón, palabra que se define como el individuo de un pueblo amerindio que habitaba cerca del Paraná y también la lengua de la familia guaicurú hablada por los abipones.
Siempre estoy alerta a la asociación de palabras porque, para mí, representan una riqueza ilimitada y las disfruto a diario, bien sea por el modo en que se escriben, por su rareza, por su etimología, por su significado, por ser sinónimo o antónimo de otras o simplemente, por cómo suenan.
Y justamente por “el sonar” me llamó la atención el avispón, en el acto la ubiqué al lado de abipón e inconscientemente supe que se trataban de palabras homófonas, aquellas palabras que si bien suenan igual o muy parecido, se escriben de modo distinto y su significado también es diferente. Muy cercanas, las palabras homónimas se pronuncian igual pero tienen orígenes o significados muy distantes.
La homofonía ocurre entre palabras o expresiones en que la diferencia fonológica entre los sonidos de sus letras ha desaparecido (como en la ge y jota) o se ha neutralizado, como en el caso de la ese, la ce y la zeta (con el seseo), o de la doble ele y la ye antes de vocal (yeísmo), o nunca ha existido, como en el caso de be y uve, o de palabras o locuciones con hache, etc. En este sentido, las palabras homófonas se diferencian de las homógrafas, palabras que se escriben exactamente igual, pero tienen distinto significado; de hecho, algunas palabras presentan acentos diacríticos precisamente para evitar equivocaciones.
En nuestro riquísimo español hay muchos ejemplos de palabras homónimas, en ocasión de la experiencia vivida con avispones y abipones, recordaremos algunos otros casos.
Entre los más usuales están ay, ahí y hay, abría y habría, malla y maya, ara y hará, echo y hecho, asía, hacia y Asia, bello y vello, botar y votar, alaban y halaban, vaya, baya y valla, as, has y haz, cave y cabe, bienes y vienes, bidente y vidente, zeta y seta, asta y hasta, hato y ato, ah, a y ha, sabia y savia, ola y hola, ojear y hojear, hablando y ablando.
Pronto volveremos con otros ejemplos menos comunes. Mientras, te preguntamos: ¿conoces alguna otra palabra homófona que quisieras comentarnos?
Estoy seguro que has acecinado muchas veces eh..
Saludes…
Siempre comento cómo dato curioso lo de Acecinar y Asesinar
Excelente, lástima tomaremos en consideración para la siguiente entrega.
Abrazos..
Muy bien, perfecto ejemplo de palabras homónimas «que tienen el mismo nombre, es decir; la misma ortografía y escritura, igual pronuncación pero diferente significado», de igual modo son homófonas, porque se pronuncian exactamente igual.
Gracias por mostrarnos el ejemplo querida tía..
Hola citando un simple ejemplo :rio ( corriente de agua) río, del verbo reir…Muy importante todo lo relacionado con tu exposición, te felicito por tu gran interés en ntro idioma castellano!
alagar/halagar, cocí/cosí, vasto/basto, vaca/baca, cayado/callado.