“Cuando en Milán llovieron sombreros” es un cuento del escritor italiano Gianni Rodari, en donde el narrador nos dice: “Eran cien, mil, diez mil sombreros los que descendían del cielo ondeando. Sombreros de hombre, sombreros de mujer, sombreros con pluma, sombreros con flores…” Este texto me servirá de punto de partida para ampliar un grupo de palabras publicadas en Me quito el sombrero.
Partimos desde la antigüedad, con los griegos y los romanos, pétaso es un sombrero de ala ancha que los protegía del sol y de la lluvia, especialmente durante los viajes y las jornadas de caza. Asimismo, píleo, además de ser el nombre del capelo de los cardenales, en la Roma antigua era un sombrero utilizado por los hombres libres; se les entregaba a los esclavos para indicar que habían trascendido de esta condición a la libertad.
Si se clasifican según sus picos, tenemos el bicornio y el tricornio que tienen dos y tres picos respectivamente; cuando el sombrero está levantado de ala se denomina arrufaldado.
Tomando a España como punto de referencia, el carapucho es utilizado en Asturias, es puntiagudo y con forma rústica; galero, es una forma despectiva para denominar en Cantabria, a un sombrero deteriorado y deforme, mientras el pavero es utilizado en Andalucía, tiene el ala ancha y recta y su copa es cónica.
Asimismo, el sueste es un tipo de sombrero impermeable que es usado por algunos marineros. Se distingue por tener un ala, estrecha y levantada por delante, es muy ancha y caída por detrás. Por el contrario, el gavión es grande de copa y ala.
Como podemos ver, el mundo de los sombreros es amplio, en próximos artículos seguirá esta lluvia.
Palabras en Juego les invita a releer…
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