
Primero fue la palabra.
Esta referencia a la cita bíblica es la que me induce a pensar que el poder de la palabra fue la génesis y piedra basal de todo lo ulterior. Y aunque ahora intente en vano abstraerme de su influjo, debo reconocer que me he convertido en su prisionero. Cada nueva palabra agrega un barrote más a la celda que me impide abandonar este universo. Mi prisión tiene límites muy precisos; es un cuadrado perfecto de 15 pasos por lado. El piso dibuja un particular damero, con baldosas de colores que invitan a ser pisadas.
Recuerdo vagamente el inicio de mi cautiverio. Yo era un infante de apenas 7 años y quizá, merced a la inocencia propia de mi edad, o tal vez engañado con la promesa de un hipnótico videogame, entré en el emplazamiento. Con inocultable temor me situé sobre una estrella, justo en el centro de la celda y no supe bien hacia dónde dirigirme. Ese espacio cuadrado, que a priori podía parecer diminuto a ojos altivos, se me tornaba inabarcable. Con dificultad mi vista lograba distinguir, en los confines, algunas baldosas rojas que parecían periféricos faros.
De la mano de las escasas palabras que conocía, poco a poco me fui aventurando en ese ámbito de escaques que se conectaban; a veces mi andar resultaba minúsculo, de apenas un par de pisadas, otras, daba zancadas de 7 largos pasos y recorría vastas distancias. Estas últimas resultaban maravillosas caminatas dentro de la prisión y me colmaban de gozo. Sentía que había conseguido algo especial y merecía un premio. Sin embargo, en otras ocasiones avanzaba a trompicones y cometía errores en mi avance. En esos terribles casos, me veía obligado a desandar el camino. Perdía un tiempo valioso y debía repensar una ruta adecuada.
Una vez realizados todos los movimientos posibles dentro de mi prisión, un ser superior volteaba la clepsidra de mi cautiverio y regresaba al centro para recomenzar una y otra vez. Así transcurrió mi existencia, palabra tras palabra, entre aciertos y deslices.
Por eso afirmo que soy un eterno prisionero dentro de este cuadrado mágico: disfruto con delectación los senderos alternativos que puedo tomar, los intrigantes rincones que alcanzo, las luminosas baldosas que consigo pisar ocasionalmente y espero ansioso cada nuevo derrotero. ¡Quizá qué sorpresas encuentre en él!
Han pasado 60 años desde aquella condena inaugural. Sé que jamás lograré franquear los límites de este calabozo pero ya tampoco deseo hacerlo; a lo largo de todo este tiempo he descubierto que ser cautivo de las palabras se ha vuelto para mí un confinamiento necesario y, por sobre todas las cosas, absolutamente placentero.
basal: Situado en la base de una formación orgánica o de una construcción.
escaques: Cada una de las casillas cuadradas e iguales, blancas y negras alternadamente, y a veces de otros colores, en que se divide el tablero de ajedrez y el del juego de damas.
clepsidra: Reloj de agua (artificio para medir el tiempo por medio del agua que va cayendo de un vaso a otro).
delectación: Deleite.
Lexicuentos es una iniciativa de Palabras en Juego para fomentar la escritura de historias en torno al juego de las palabras cruzadas.
Foto portada: Liliana Mazza – XXVII Campeonato Mundial de Scrabble – Chile 2025
¡Extraordinario texto! Rocco captura maravillosamente nuestro espíritu escrablista. ¡Maravilloso!
Waoooooo, ¡que manera de expresar su cautiverio! Felicitaciones Rocco, hermosa tu trayectoria en ese presidio donde muchos estamos encerrados de manera placentera y aditiva.
Le pondría de título, “Adicto cautiverio”.